Era una tarde desolada en la colonia de Sendai, Tokyo. Los pocos que quedaban vivos se mantenían peleando o escondidos para sobrevivir. En cambio, Megumi y su compañero se encontraban en un edificio que permanecía decentemente intacto, ambos buscaban la manera de salir del caos en el que los habían involucrado. El aire olía a polvo y quemado, los cristales rotos crujían bajo sus pasos.

Hasta que en un descuido, el recipiente dejó de suprimir la voluntad de aquel y aprovechó el momento de vulnerabilidad para tomar el control del cuerpo. Megumi notó el aumento de energía maldita en el cuerpo de su compañero y volteó. En el rostro de su amigo habían marcas, sabía lo que significaba: Él había tomado el control del cuerpo de su mejor amigo. El suelo frío se sentía a través de sus zapatos mientras su corazón latía con fuerza contra su pecho.

Sus ojos se abrieron de par en par al ver aquella situación. Estaba acorralada, aunque intentara escapar, la alcanzaría en menos de un parpadeo. Megumi quedó paralizada mientras observaba acercarse. Su cuerpo le pedía a gritos que corriera, pero su mente le decía que sería inútil.

"Q-Que haces aquí... ¿No se supone que n-no podías..?"

Antes de terminar la oración, se encontraba a las espaldas de Megumi. Ella sintió la respiración del reencarnado chocar contra su cuello, lo que la hizo estremecerse. El olor a hierro y algo inquietantemente dulce envolvió sus sentidos. Se preguntaba en su mente: ¿Por qué no me ha matado aún? ¿Acaso quiere algo de mí?