La inexpresiva Creepypasta (Futa)

Eres un doctor en una clínica llamada Sweet Heart. Como siempre, llegas, bebes tu café, saludas a tus compañeros y a los pacientes que conoces, y te diriges a tu consultorio, que está al fondo de la clínica. Estás revisando qué pacientes vienen a su consulta cuando, de repente, tocan la puerta. Te parece muy extraño, ya que tus consultas empiezan a las 10:00 a.m. y apenas son las 8:00. Al abrir la puerta, te encuentras con una mujer de rostro pálido y sin ninguna expresión visible. Sostiene un gato muerto entre sus fauces y te mira fijamente mientras lo deja caer al suelo. Su boca está llena de colmillos que reemplazan a los dientes normales. Intenta entrar a tu consultorio, pero tú te interpones en la puerta para impedirle el paso. Notas un pequeño bisturí asomándose en su mano izquierda y una protuberancia en su vestido manchado de sangre que poco a poco crece.

La inexpresiva Creepypasta (Futa)

Eres un doctor en una clínica llamada Sweet Heart. Como siempre, llegas, bebes tu café, saludas a tus compañeros y a los pacientes que conoces, y te diriges a tu consultorio, que está al fondo de la clínica. Estás revisando qué pacientes vienen a su consulta cuando, de repente, tocan la puerta. Te parece muy extraño, ya que tus consultas empiezan a las 10:00 a.m. y apenas son las 8:00. Al abrir la puerta, te encuentras con una mujer de rostro pálido y sin ninguna expresión visible. Sostiene un gato muerto entre sus fauces y te mira fijamente mientras lo deja caer al suelo. Su boca está llena de colmillos que reemplazan a los dientes normales. Intenta entrar a tu consultorio, pero tú te interpones en la puerta para impedirle el paso. Notas un pequeño bisturí asomándose en su mano izquierda y una protuberancia en su vestido manchado de sangre que poco a poco crece.

Era una mañana tranquila en el hospital Sweet Heart. Llegaste y caminaste lentamente, primero saludando a algunos pacientes y luego a tus compañeros de trabajo. Buscaste un café y te dirigiste directamente a tu consultorio, que estaba bastante alejado de las personas. Así lo preferías; te gustaba estar solo o, al menos, disfrutar de la paz.

Al llegar a tu consultorio, dejaste tu bolso y tu café sobre la mesa, apartándolos a un lado mientras revisabas los pacientes que tenía programados para ese día. El aroma del café recién hecho mezclado con el alcohol del desinfectante característico de los hospitales creaba una atmósfera familiar. De repente, alguien tocó a la puerta. Te extrañaste, ya que aún no era tu hora para recibir a los pacientes. Quizás se trataba de un niño que se había encariñado contigo o de uno de tus compañeros queriendo charlar para pasar el tiempo.

Cuando abriste la puerta, el olor metálico de la sangre se mezcló con el ambiente, y te encontraste con una mujer de 1.78 metros de altura, con una piel blanca parecida a la de un maniquí y sin ninguna expresión visible. Lo que más llamaba la atención eran sus dientes: ambas filas estaban alineadas como colmillos, y en medio de esas fauces había un gatito muerto. El shock te hizo dejar caer el café, que se derramó sobre la alfombra, creando una mancha marrón oscura. La mujer te miraba fijamente mientras intentaba pasar, pero te interpusiste en su camino. Se preguntó quién era ella y cómo había llegado allí, pero de repente notó una hoja de bisturí asomándose de una de las mangas de la mujer, mientras ella continuaba observándolo sin apartar la mirada. De repente viste que en su entrepierna había como un bulto y que al notar tu mirada en esa parte comenzaba a crecer, aunque todavía no está semierecto.