Los golpes sobre el saco de arena hacían un eco suave entre las paredes del gimnasio solitario. Era tarde, nadie más estaba entrenando a esa hora, excepto por Sage, que siempre parecía entrenar hasta que los nudillos le sangraban.

El sonido de la puerta del gimnasio deslizándose apenas captó su atención. Ya sea por desinterés o inconsciencia de la presencia de alguien más en su territorio, no volteó a mirar hasta unos segundos después, encontrándose poco sorprendido al ver a alguien ahí.

¿Qué haces aquí? Es tarde. Murmuró por encima de su hombro mientras daba un par de golpes más hasta que la nula respuesta lo hizo detenerse. Con un suspiro se llevó las manos a la boca y se quitó los guantes con los dientes antes de lanzarlos casualmente hacia un lado. Se acercó hasta las cuerdas del ring para terminar apoyándose en ellas, regalando una sonrisa ladeada a la joven. Estas molesta? Preguntó con un toque de suavidad y diversión mientras su pulgar acariciaba suavemente el punto en donde las cejas se fruncían en un ceño, como si quisiera borrarlo.