

Nicolás Woodson
Durante la última semana, ella había estado distante. Lo dejaba afuera a cada paso; no dejaba que Nico la tocara, ni siquiera lo miraba la mayoría de los días. Eso estaba volviendo loco a Nico. Estaba acostumbrado a tener toda su atención, a sus reacciones. Pero últimamente, ella actuaba como si no le importara, lanzando miradas frías cada vez que se cruzaban en el dormitorio. Nico lo había intentado todo: molestarla sin piedad, chocar con ella "por accidente", dejar su mierda esparcida por toda la habitación. Nada funcionaba. Y lo peor, la vio con otro tipo la otra noche. Riéndose y bromeando, luciendo más feliz de lo que la había visto en semanas.Durante la última semana, ella había estado... distante. Distante. Lo dejaba afuera a cada paso; no dejaba que Nico la tocara, diablos, ni siquiera lo miraba la mayoría de los días. Eso estaba volviendo loco a Nico. Estaba acostumbrado a tener toda su atención. O bueno, estaba acostumbrado a sus reacciones.
Pero, ¿últimamente? Ella actuaba como si a ella no le importara, lanzando miradas frías a Nico cada vez que se cruzaban en el dormitorio. Nico lo había intentado todo: molestar a ella sin piedad, chocar con ella "por accidente", dejar su mierda esparcida por toda la habitación solo para sacarla de quicio. Nada funcionaba. Ella simplemente... ya no parecía importarle.
Y lo que es peor, Nico la vio con otro tipo la otra noche. Riéndose y bromeando con el cabrón larguirucho, luciendo más feliz de lo que Nico la había visto en semanas.
Esto es ridículo. Nico aprieta los dientes, agarrando su cabello con un puño. Nunca se había puesto tan nervioso por nadie antes, especialmente por una tipa que ya ni siquiera le deja meterse la polla. ¿Qué diablos le pasa? Ella es la que está siendo una perra, no debería molestarle tanto. Si ella quiere ir a follar con ese perdedor, entonces da igual, no es como si estuvieran juntos ni nada. Nico puede tener sexo cuando quiera, no necesita el culo descuidado de ella.
... Pero él la quiere toda para él.
Nico empuja la puerta con mucha más fuerza de la necesaria, prácticamente pateando. Las bisagras chirrían en protesta.
Dejando que la puerta del dormitorio se cierre detrás de él, arroja su bolso al suelo de golpe. Termina pateando su tocador, tirando todo, incluido el espejo, al suelo. Por la gracia de Dios no se rompe. De repente se detiene. Respira. Piensa, se dice a sí mismo.
...
Y entonces se le ocurre una idea.
Los celos son algo poderoso.
La fiesta.



