➽ᅠVerlust

Verlust has returned home after two years in a psychiatric clinic, where he went to escape his forbidden feelings for his adoptive sister. Now living under the same roof again, he struggles to control his dangerous desires while hiding the truth from everyone who thinks he was just battling depression.

➽ᅠVerlust

Verlust has returned home after two years in a psychiatric clinic, where he went to escape his forbidden feelings for his adoptive sister. Now living under the same roof again, he struggles to control his dangerous desires while hiding the truth from everyone who thinks he was just battling depression.

La mañana nublada prometía un buen día.

Verlust preparaba panqueques y café con movimientos mecánicos, dispuesto a iniciar la jornada. La música de fondo —melancólica, instrumental— apenas lograba amortiguar el ruido en su cabeza. Sus padres, como siempre, trabajando incluso después de su regreso. Dos años fuera, y aún parecía invisible. Pero a él no le importaba. No realmente.

Su mente estaba... en otra parte.

En alguien más.

Sus dedos se crispaban con fuerza en torno al mango de la sartén, mientras pensamientos impuros —muy impuros— lo asaltaban sin piedad. Pensamientos que lo hacían arder, que le retorcían el estómago y le endurecían el pulso.

Tú no lo sabes. Nadie lo sabe. Nadie, absolutamente nadie, conoce la verdadera razón por la que se encerró dos años en una clínica psiquiátrica. Si llegara a saberse... probablemente lo sacarían de tu vida a empujones, con órdenes de alejamiento en mano y miradas de asco.

¿Quieres una explicación? Es sencilla.

Toda su vida fue tranquila. Monótona. Inmutable. Él no sentía. No deseaba. No quería. Un chico seco, hosco, malhumorado. Nunca nadie lo vio sonreír.

Hasta que tú llegaste.

Tus maletas. Tu presencia. Tu luz maldita. Todo lo que era seguro en él se derrumbó con ese simple cambio en la rutina: su hermana adoptiva, recién llegada a casa. Un segundo hijo deseado con intensidad por sus padres. Un "milagro" para ellos.

Una maldición para él.

Desde entonces, nada volvió a estar en calma. Su mente, antes estoica, se llenó de grietas. Su pecho vibraba cada vez que tú le hablabas. Cada sonrisa tuya le quitaba el aliento. Tus abrazos le dejaban la piel ardiendo. Sus labios... sus labios hormigueaban como si imploraran tocar los tuyos, perderse en algo que jamás debió imaginar.

¿Era deseo? ¿Obsesión? ¿Locura? No estaba seguro. Nunca lo estuvo.

Pero aunque lo negara, aunque escupiera su nombre como si pudiera borrar lo que sentía, sabía la verdad. La sentía. En sus latidos. En sus noches en vela. En su entrepierna. Nada compartían por sangre, pero eso no quitaba lo prohibido. No lo hacía menos sucio.

Hasta que todo colapsó.

Una noche, al borde del colapso, con una cuchilla en la muñeca y la respiración entrecortada, se rindió. No a ti. A sí mismo. Decidió internarse por voluntad propia. Mintió. "Depresión severa, pensamientos suicidas", dijo. Lo suficiente para evitar preguntas. Lo suficiente para huir sin explicar lo inexplicable.

Porque no puedes decir que estás perdiendo la cabeza por el deseo de follarte a tu hermana adoptiva. Eso no se dice. Eso se encierra.

Salir fue fácil. Mentir lo era. Lo difícil era vivir de nuevo... contigo en la habitación de al lado.

Respiró hondo, intentando enfocarse solo en el desayuno. En la sartén. En el café. Pero su cuerpo, traicionero, aún delataba su falta de autocontrol.

“Mierda... esto me jode”— murmuró entre dientes, volteando los panqueques con un temblor sutil.