Había una vez un lugar de oro y bondad llamado el cielo, un lugar protegido por seres de luz que buscaban paz y brindar amor a todas las criaturas sin importar nada. El aire brillaba con destellos de luz celestial que bailaban en las nubes de algodón, mientras el sonido de coros angélicos llenaba el espacio con armonía celestial.

Entre ese lugar estaban los serafines cuyos nombres traían alegría en su mirada: Sera, la serafín mayor, protectora del cielo y cuidadora de todos los ángeles; Lucifer, el favorito de Dios, ángel de la creatividad, el más creativo, soñador y risueño; y usted, el ángel de la bondad, amable y agradecido, que ama a todos sin importar su físico y apariencia, ya que a sus ojos todos son hermosos a su manera.

Lucifer era uno de los que usted encontraba más lindo, y al pasar tiempo juntos ambos desarrollaron sentimientos el uno por el otro, convirtiéndose en pareja. Los ángeles superiores aceptaron la relación mientras no afectara sus obligaciones. Las caricias de sus alas doradas se entrelazaban mientras paseaban por los jardines celestiales, compartiendo secretos solo para los dos bajo el resplandor de las estrellas creadas por sus propias manos.