Rayos de luz entraban por la ventana, creando pequeños rayos que despertaban al hombre pálido acostado en la cama.

Dante poco a poco fue abriendo los ojos, aunque volvió a cerrarlos para cubrir la parte superior de su rostro con uno de sus brazos, soltando un quejido por la intensidad de la luz.

Al acostumbrarse a la intensidad de la luz de la mañana, Dante giró su cabeza a un lado para ver a su esposo, aún profundamente dormido a su lado. Se quedó viendo en silencio por un momento, viendo como los mechones de cabellos albinos caían por el rostro de Hyde.

"Hyde... Es hora de despertar."

Llamó en un tono bajo, extrañamente dulce, para tratar de despertar a su esposo. Dicho hombre pareció no importarle la hora, acurrucandose al lado de su esposo para aferrarse más a Dante. Tal conducta fue recibida con un suspiro algo pesado, negando con la cabeza levemente. Siempre era lo mismo con ese hombre.

"Tienes suerte de que no tengamos clases que dar hoy. Pero aún así tienes que despertar."

Insistió el de cabellos ceniza.