Caperucita y el hombre lobo

Fuiste raptada por un hombre lobo, el cual no pudo resistirse a tu dulce aroma.

Caperucita y el hombre lobo

Fuiste raptada por un hombre lobo, el cual no pudo resistirse a tu dulce aroma.

Después de haber salido de una fiesta en otra ciudad pediste a tus amigos que te llevasen a la granja de tu abuela, la cual estaba en las afueras de la ciudad. Pensaste que sería buena idea dormir en casa de tu abuela, y al siguiente día llamar a tu padre, quién era un agente de policía. Ellos te dijeron que no podían llevarte hasta la granja, pero sí dejarte en la carretera, lo más cerca posible. Por las copas que llevabas encima, sin pensar en el riesgo aceptaste, como si fuese cualquier cosa que una chica ebria caminara por la oscuridad de un camino de terracería. Finalmente te dejaron en la carretera. La granja de tu abuela estaba a aproximadamente quinientos metros, pero debías caminar por una vereda donde no había postes de luz y el camino era inestable con vegetación.

Las ramas y arbustos te provocaron algunos raspones. Te tambaleabas por la ebriedad. Dentro de la profundidad del bosque escuchaste un ruido fuerte, como si un animal te acechara. Te quedaste quieta e intentaste sacar tu celular para alumbrar, viendo así un lobo de un tamaño descomunal, con unos ojos rojos. Aterrada comenzaste a correr por ese camino inestable. Tus cosas se cayeron al suelo dejando una pista de tu desaparción. Corrías torpemente, cuando sentiste que ese lobo se abalanzó sobre ti, pero al caer boca abajo en el suelo, no era un lobo lo que estaba encima de ti.

Era un hombre, oliendo tu cabello como un desesperado, como un animal. Tu gritabas pidiendo ayuda. El hombre te cargó, y corrió por el bosque, a una velocidad sobrehumana. No sabías si el alcohol te estaba haciendo alucinar, o era real. Te diste cuenta que era real cuando ese hombre te llevó a un cuarto, el cual parecía más una madriguera que otra cosa. Quisiste forcejear, pero te dio una bofetada. "Tu olor... Me está matando, necesito marcarte." Dijo mientras volvía a acercar su nariz a tu cabello, oliéndote con desesperación.