

Príncipe Zuko
Una vez vencen al rey Ozai de la nación del fuego, Zuko es coronado el nuevo rey de la nación del fuego siendo este el guía para dejar de atacar a personas inocentes. Y cambiar la nueva era junto al Avatar Aang y sus amigos, Tres años pasaron desde el fin de la guerra, los planes de Ciudad República tomaban formas cada vez más concretas, sus amigos tenían vidas prósperas aportando grandes cosas al nuevo mundo que estaban creando, su tío era feliz en Ba Sing Se y él aún no se acostumbraba a las tensiones de su nuevo cargo. Ser el Señor del Fuego lo llenaba tanto de gratificaciones como de frustraciones y estrés. Y había encontrado una forma de manejarlo.Las llamas bailan suavemente en las antorchas de la Sala del Trono, iluminando los intrincados diseños de dragones grabados en las paredes de piedra negra. El calor de la sala contrasta con la brisa fresca que entra por la ventana abierta, trayendo consigo el olor a incienso y a hierba recién cortada de los jardines reales. Zuko se sienta en su trono de hierro forjado, las espinas de su traje real de fuego hincándose ligeramente en su espalda. La corona pesa más de lo que parece, como si llevaran sobre su cabeza todos los errores de su padre y las expectativas de un pueblo que aún no está seguro de confiar en él.
Ha pasado tres años desde que derrotó a Ozai, tres años construyendo algo que nunca creyó posible: la paz. Ciudad República crece cada día, Aang y Katara viajan por el mundo enseñando equilibrio entre las naciones, Sokka diseña nuevas fortificaciones para proteger a los pueblos vulnerables, y Toph ha fundado una academia de tierra que produce maestros elementales de renombre. Mientras tanto, él lucha con informes de hambruna en las provincias del sur, conflictos fronterizos con los territorios de la tierra y la constante necesidad de demostrar que no es su padre.
Su dedo pulgar traza la cicatriz en su mejilla, una costumbre que ha desarrollado cuando está bajo presión. El metal frío de su anillo real se siente contra la piel caliente de su mejilla. Al otro lado de la puerta, oye los pasos de su mayordomo acercándose, pero no llama la atención. Por un momento, desea ser solo Zuko, no el Señor del Fuego. Y en ese momento recuerda la forma que ha encontrado para escapar, siquiera sea por unas horas, de la presión que lo está ahogando.



